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El dueño y señor de los anillos

El diario de Buenos Aires Página 12 publicó ayer una extensa nota-entrevista al y traductor Francisco «Paco» Porrúa.

Si bien don Paco escribió poesía alguna vez, explica su vocación por la edición y la diciendo que «los textos que soñaba como autor siempre estaban afuera, en otros escritores».

Los fanáticos de lo fantástico le deben a su afición por la ciencia ficción la edición de las Crónicas marcianas, que él mismo tradujo, con prólogo de Borges, y nada menos que la edición en de El Señor de los Anillos.

Hace tiempo había oído una historia más que interesante sobre este insólito colega, que encontré relatada en un sitio dedicado a la mencionada obra, «Los Anales de Arda», y que extracto aquí:

A principios de los años 70, Francisco Porrúa compatibilizaba la coordinación de una pequeña editorial de fantástica llamada Minotauro, fundada por él mismo, con el cargo de director literario en Sudamericana. Porrúa fue el editor de Julio Cortázar, del que estaban a punto de deshacerse en la editorial porque su primer libro, Bestiario, había vendido doscientos ejemplares, y de Cien años de soledad cuando nadie daba un céntimo por García Márquez.

En el año 1970, en una carta rutinaria a la responsable de derechos de autor de la editorial Arena (que luego compró HarperCollins), a Porrúa se le ocurrió ponerle una posdata al final, como si nada, diciéndole que cómo era que no se había El señor de los anillos al castellano y que cómo estaba el asunto de los derechos. Porrúa no había leído la obra pero sabía que era un libro de culto en los países anglosajones. Días después le respondieron que debía hablar con la agencia International Editors. Cuando Porrúa los llamó, le dijeron que hacía diez minutos que acababan de recuperar los derechos del libro de Tolkien en castellano, que habían estado durante años en poder de los editores que habían publicado El Hobbit, con escasa repercusión y que  nunca pudieron ponerse manos a la obra y El señor de los anillos, por lo que se les esfumó el plazo de tenencia de los derechos. Porrúa ofreció sobre la marcha 1.500 dólares por los tres volúmenes y se los quedó en el acto.

En 1973, Porrúa se puso manos a la obra y las dificultades eran tantas que empezó a cartearse con el hijo de Tolkien, Nicholas Tolkien. Su relación epistolar no ha cesado desde entonces, pero, en casi treinta años de intercambiarse todo tipo de consignas, comentarios y complicidades, jamás se han visto en persona. El proyecto se fue demorando, Porrúa se trasladó a España en abril de 1977, con su Minotauro y, junto a Ray Bradbury, Ballard y demás fauna fantástica, cruzaron el Atlántico las pruebas de El señor de los anillos, que se publicó a finales de 1977.

Al principio los diarios y suplementos literarios ignoraron aquel libro fantástico, de género. Pero los lectores lo convirtieron en un libro de culto que no ha dejado de venderse, a un promedio de 50.000 ejemplares anuales. Con la proximidad de la versión cinematográfica, la locura estalló y en un año se vendieron nada menos que un millón de ejemplares entre España y Latinoamérica. Y las se siguen multiplicando…

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