Una rosa con cualquier otro nombre
La traducción es una difícil hazaña por razones obvias. Y cuando los traductores se enfrentan con la dicotomía entre la estética de estilo frente a la fidelidad textual, tomar la decisión «correcta» es a menudo una tarea imposible. Este dilema se profundiza aun más cuando hablamos de la traducción literaria. Las traducciones literarias son un mundo completamente distinto. Traducir una obra literaria, una novela, una obra de teatro o un poema demanda tanta atención que lo que tomó escribir el original. Esto es así porque los traductores literarios se enfrentan a la ardua tarea de convertir una a en una b, sin perder el significado o el estilo de la a que el autor le quiso dar.
Saussure hablaba sobre las diferencias entre el significante y el significado. Y esta clasificación es útil cuando hablamos de traducciones literarias. La tarea del traductor es crear un nuevo significante a través del uso de las palabras (sus propios significantes) de un idioma diferente, y al mismo tiempo mantener el contenido o significado del mensaje original. Esto se vuelve muy difícil cuando nos adentramos en el mundo de la poesía. ¿Cómo traducimos, por ejemplo, la avant-garde? El poema de Cummings «l (a « es un perfecto ejemplo de los obstáculos que enfrentan los traductores literarios – especialmente cuando están tratando con poetas como Mallarmé o Apollinaire o Cummings mismo; poetas que trascendieron la noción clásica del poema como tal y tomaron los elementos visuales como componentes igualmente importantes para su trabajo. ¿Cómo hacemos, entonces, para traducir un poema como el que mencionamos anteriormente de Cummings?
l(a
le
af
fa
ll
s)
one
l
iness
Es evidente que no es tan sencillo: Cummings nos dice que una hoja cae, pero también nos lo muestra en la página, a través del movimiento mismo de las propias palabras. El traductor entonces tendrá que lidiar tanto con el contenido y el estilo de maneras poco comunes y tal vez desconocidas para la mayoría de nosotros.