Niños ferales y el “período crítico”
En la ficción y el folclore de todo el mundo existe al menos una historia de un niño que vive entre animales que lo crían. Los padres pueden ser monos, perros, una familia salvaje completa, etc., pero el cuento generalmente va por uno de estos dos caminos: el niño se cría con cierta clase de «astucias salvajes» y usa estos trucos cuando se inserta en la sociedad, o se convierte en un monstruo peligroso y espantoso. Los ejemplos de niños ferales de la vida real, niños aislados de todo contacto humano durante períodos extensos de tiempo, han demostrado que ninguno de esos escenarios es exacto.
En la vida real se trata de niños que fueron abandonados, encerrados por sus padres o incluso «robados» por animales, y las historias son ciertamente más trágicas y desgarradoras, pero los lingüistas han descubierto el lado bueno de estas historias al estudiar las aptitudes de estos niños para el lenguaje al momento de su regreso a la sociedad y han monitoreado sus procesos de aprendizaje del lenguaje hablado.
Los intentos por enseñar a los niños ferales un idioma, ya sea hablado o por señas, han tenido un éxito limitado. Algunos de ellos han regresado de la naturaleza imitando sonidos y comportamientos animales y no muestran interés alguno en el idioma de los humanos. Otros han aprendido un vocabulario extremadamente limitado (de menos de 30 palabras) y una gramática rudimentaria.
Hay una cantidad infinita de variables a tener en cuenta (la edad a la que fueron separados del contacto humano, el tiempo que pasaron sin hablar, la estimulación mental mientras estuvieron lejos, etc.), pero al pasar los años se han ido formando hipótesis generales en relación a la adquisición de un idioma y específicamente sobre lo que se conoce como período crítico.
La hipótesis del período crítico establece, básicamente, que los humanos tienen una «ventana de oportunidad» para aprender su primer idioma: si ese período transcurrió sin exposición al lenguaje y sin poder practicarlo, la oportunidad se perdió para siempre. El nombre hace referencia a la etapa de formación física del cerebro más que a la cantidad de interacción social a esa edad. No hay una conclusión definitiva en este debate, ya que los ejemplos de la vida real de niños ferales han brindado pruebas sobre esta teoría y sobre lo contrario.
La imagen es de Genie, una niña a la que se le negó exposición social durante los primeros trece años de su vida. Su padre la mantenía atada a una silla durante prácticamente las veinticuatro horas del día.