DECÁLOGO DEL BUEN TRADUCTOR
Varios colegas que nos desempeñamos día tras día, semana tras semana como editores -es decir, corrigiendo día tras día y semana tras semana traducciones- nos hemos reunido y después de un largo debate, finalmente elaboramos esta serie de consejos o sugerencias que creemos que servirán a los traductores, sobre todo los más jóvenes… o tal vez no.
1. Los diccionarios no muerden. Y menos los virtuales. Háganos y hágase un favor y úselos. Si no está seguro del significado de una palabra, ¡búsquela! Si está seguro, ¡¡¡confírmelo!!!
2. Respete las indicaciones. Si el cliente (o quien le encargue el trabajo) le indica utilizar ciertas palabras o un estilo que a usted no le gustan, ¡obedezca! El cliente siempre tiene razón. Y el jefe… (¿Hace falta decirlo?)
3. Lamentamos comunicarle que el traductor no puede elegir ni el tema del proyecto, ni el tipo de archivo, ni la inclusión o eliminación de tablas, gráficos, etc., así que traduzca lo que tiene a la vista; no haga el proyecto que usted desearía que le hubieran encargado. Si hay tablas, ¡tradúzcalas! Si hay gráficos, inclúyalos, y si tienen texto… (¿ya adivinó?) ¡Tradúzcalo!
4. Hay expresiones que a usted le encantan. Lo entendemos, a todos nos pasa. Es como ese pantalón gastado que nos queda bien y queremos seguir usando a pesar del lamentable estado que tiene… Bueno, cuando usted escriba su autobiografía, utilice esas expresiones a gusto. Mientras tanto, cuando traduzca, haga el favor de usar las expresiones correctas, y de no repetir constantemente esas que usted prefiere. (Hay cosas que son «de» simplemente, y no «acerca de», «en virtud de», «en referencia a lo comentado sobre»…)
5. Hay autores que redactan «feo», lo sabemos. Algunos textos, incluso, vienen con errores. La misión del traductor no es mejorar el original, sino producir una buena traducción. Parece obvio, pero no. Para que quede claro: lo que usted debe es TRADUCIR, no recrear el texto fuente a fin de que quede más lindo…
6. Errar es humano y editar algunos errores no es divino, se los podemos asegurar. Tenga a bien releer lo que escribe: que no diga su versión lo contrario de lo que decía el autor… Fíjese si las comas están donde debieran, o si falta alguna, si se «comió» una s o todo un abecedario, si omitió una preposición, si el verbo está en el tiempo que debe… ¡Ah! Por si no estaba enterado, el programa Word tiene una herramienta que se llama «corrector». ¡Úsela! Aunque no hace magia, siempre ayuda.
7. Para ir terminando, un pequeño consejo, que sabemos que será difícil de poner en práctica con taaaantas cosas que no puede dejar de hacer mientras trabaja: revisar el correo electrónico, chatear, enviar mensajes de texto, hablar por teléfono y mirar de costado la televisión (no lo niegue…). Por favor, preste atención a lo que está leyendo (y debe traducir).
8. Por último, pero no menos importante que ninguna de las anteriores recomendaciones: PIENSE. Use esa maravillosa herramienta llamada cerebro. Y cuando todo lo demás fracase (diccionarios, foros, glosarios, colegas más despejados…) y sienta que ya nada puede hacer, que está al borde del colapso, que las fuerzas lo abandonan, por favor, por su salud y por la nuestra, no nos complique la vida: ¡ABANDONE! Abandone la computadora, abandone la traducción, abandone su casa o su oficina… ¡ABANDONE!
Bueno, aunque sea abandone el trabajo por un rato: salga a la puerta, tómese un tecito, despéjese y después vuelve. Y aunque los consejos son válidos, no se tome muy en serio los comentarios… 😉
[…] DECÁLOGO DEL BUEN TRADUCTOR 5 de Febrero de 2009 por Laura C […]
Simplemente notable. A veces, los traductores pecamos de soberbia. Está bien, somos personas capacitadas para decidir la manera en que se usa el lenguaje. ¿Pero somos los más capacitados?
Tal vez no tenga mucha experiencia, ya que recién estoy haciendo mi tesis para titularme de traductor, pero me he dado cuenta de algo que me inquieta sobremanera: en mi universidad existen dos corrientes, basadas en el típico conflicto entre fidelidad al original y fidelidad al contenido. A nosotros, simples estudiantes se nos pone en la disyuntiva de elegir entre una y otra amnera de traducir. En mi opinión, el único que decide entre una u otra es el cliente. El lenguaje, el último bastión de la identidad de los pueblosse define según los gustos de la persona que paga. ¿Cual es nuestra misión frente a esta problemática? Simplemente mantener nuestra imparcialidad y ajustar nuestros textos a las necesidades de los clientes y del idioma que va a recibir nuestro trabajo.
Lo bueno es que con nuestro trabajo no traspasamos los pensamientos e ideales de la lengua de orígen. El buen traductor se mantiene por detrás de todo, ya sean intereses económicos, ideológicos, etc. El buen traductor no debe figurar; debe ser una sombra siempre, pero al igual que una sombra, debe ceñirse al contorno en el que le toca proyectarse.
¡Saludos!
Yosthon Vega Giuffré